martes, 21 de abril de 2009

De las niñerías políticas al debate social

Informe Tunnig. Agenda de Lisboa. Estrategia 2015. Lovaina. Praga. Bolonia. Declaraciones. Informes. Consejos sociales. Aneca. Sistemas educativos. Sistemas económicos. Sistemas y antisistema. Desinformación y contrainformación. Y bla, bla bla...

En menos de un año, la universidad está a punto de someterse a la mayor reforma que ha sufrido en diez siglos. ¿Y quién es consciente? ¿Los rectores? ¿Los miles de profesores? ¿Los miles de estudiantes? ¿Los medios de información?

El problema que debe ser analizado va más allá de si el proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior es mejor o peor. Por supuesto que tener títulos homologables en el continente es deseable, pero ¿a qué coste? No a coste cero. La cuestión es que una medida aprobada hace diez años se va a aplicar ahora sin tener en cuenta los cambios que se han producido en la propuesta desde que ésta se realizó. ¿Quién los conoce? Probablemente se acerquen a esos cambios aquellos que son mínimamente conscientes de lo que una reforma de tales características supone,
"el cambio del sentido social de la universidad", aseguraba el Ministerio de Innovación y Ciencia en uno de sus documentos oficiales.

Si tan enorme es este cambio, si tan bueno es para la sociedad, ¿por qué no se ha informado sobre él? En primer lugar, porque no conviene. En segundo, porque ni tan siquiera el gobierno sabe cómo demonios aplicar una reforma que requiere una enorme inversión económica. En tercer lugar, porque supone aceptar oficialmente que la formación obligatoria en España es de mala calidad, y que, en lugar de mejorarla, se traspasa ese bajo nivel cualitativo a los estudios superiores universitarios. Bravo.

Independientemente de lo que supone esta reforma, es clara la desinformación que se ha producido en torno a su aplicación desde un principio. Noches de frío y muchas horas invertidas han sido necesarias para que cientos de estudiantes de todo el continente europeo entiendan el verdadero sentido de la reforma. ¿Qué hacen los medios de información? ¿Ha comenzado ya el debate social? De momento, los medios de información se limitan a realizar reportajes sobre encierros nocturnos de estudiantes, huelgas y manifestaciones, pros y contras, y pocos son los que aportan espacios libres de debate. El debate social que esta reforma requiere -la mayor en diez siglos...-, no se producirá hasta que las instituciones vuelquen sus intenciones sobre la mesa, pasen por encima del discurso general y den las herramientas necesarias para que no sólo los miembros de la comunidad universitaria sino de toda la sociedad puedan decidir. Se hizo con la constitución europea, con el Tratado de Lisboa, ¿por qué no habría de realizarse con una reforma que de producirse cambiará la gestión y la función del conocimiento?

Ahora bien, es importante que los medios de información no se basen sólo en columnas y espacios de opinión o meros reportajes informativos. Si bien la universidad actual no es lo ideal, esta reforma es un sistema en el que quedan imbrincados intereses económicos, empresariales, que consolidarán al empleado de la cadena de montaje y cambiarán la función del conocimiento en la sociedad. Obvio es que las empresas informativas dedican sus espacios según un criterio económico que parte de resultados publicitarios más que ideológicos. La publicidad marca el criterio informativo y esto es lo que deja al periodismo de hoy sin una de sus características clave: la utilidad. ¿Quién decide qué utilidad se contempla en un tema u otro?

Es necesario que los medios de información se impliquen también en el debate social, independientemente claro está, de la posición que puedan tomar después. Pero no se podrá generar ningún debate en torno a esta gran reforma mientras los medios informativos están más pendientes de las niñerías de los gobernantes en el Congreso.

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