martes, 25 de agosto de 2009

Ver y hacer, como la vida misma

El verano y el trabajo son dos cosas a veces incompatibles. Tiempo libre y periodismo, son dos cosas casi incompatibles. Tras dos meses de parón, retomo mi cuaderno de viaje sobre los lazos entre la sociedad y la comunicación y quiero compartir con todos un video que tal vez ya hayáis tenido ocasión de visitar en webs como You Tube.

Se trata probablemente de uno de los anuncios más buenos y más reales, que he visto hasta ahora en mi corta vida.

Mirad más allá de la pantalla, o no servirá de nada.


domingo, 14 de junio de 2009

La caja tonta

A continuación un estupendo fragmento de la película Network, un análisis dirigido por Sidney Lumet sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura.

La película fue rodada en 1976, pero no importa, el poder implacable de la televisión sigue siendo el mismo. Para qué decir más... sólo disfruten del monólogo de este magnífico protagonista, el actor Peter Finch.



Primeras alternativas al periódico de siempre

Artículo publicado por David Andelate en EL PAÍS el 11 de mayo de 2009

¿Salvará el Kindle DX a la prensa?

Amazon crea un dispositivo de 9,7 pulgadas para leer el periódico electrónico

En esta época, los periódicos son "una especie en peligro de extinción". Los lectores ahora se deleitan con "la potencia, la eficiencia y la elegancia tecnológica" de la información en Internet. No sólo los periódicos correrán esta suerte. Lo mismo sucederá con la radio y la televisión, engullidos por la enorme fuerza de la Red de redes. El autor de estos presagios es el senador John Kerry, que el miércoles pasado testificó en el Senado de EE UU, donde se analizaba el futuro de la prensa en una época difícil.

Puede, sin embargo, que Kerry esté equivocado. Puede que los diarios no mueran y que el futuro desemboque en nuevos dispositivos que ahora están en fase de pruebas. La semana pasada, la empresa online Amazon ha presentado su nuevo gran producto, un libro electrónico de la familia Kindle, el DX, que más parece un periódico, por el tamaño de su pantalla.

El Kindle DX, cuesta 489 dólares (365 euros) y supone la semilla de una posible revolución para los editores de periódicos, según los expertos. Evita costes de papel y de distribución. Con esta pequeña pantalla plana, los diarios pueden llegar a cualquier rincón con un solo clic. El nuevo Kindle accede a Internet a través de una conexión 3G que permite bajar contenidos sin tener que engancharse a un ordenador o buscar redes inalámbricas. Puede reproducir gráficos y fotos, en blanco y negro, de excelente calidad. Una hoja de diario cabe perfectamente en su pantalla de 9,7 pulgadas.

"El Kindle de Amazon tiene un arduo trabajo por delante: salvar a la industria periodística", tituló el jueves el diario Los Angeles Times. Amazon ha firmado ya un contrato con las editoras de The Washington Post y de The New York Times para distribuir sus ediciones así. "Ofreceremos una suscripción a través del Kindle DX a lectores que vivan fuera de nuestras áreas de distribución, para que puedan disfrutar de sus diarios favoritos", dijo Arthur Sulzberger Jr., presidente de The New York Times Company.

El Post, el Times y el Boston Globe ofrecerán el Kindle a un precio reducido a cambio de suscripciones a largo plazo. Inauguran así un nuevo modelo de negocio basado en el de la telefonía móvil: la empresa vende un terminal barato a cambio de un compromiso de permanencia de hasta 24 meses. Así es como se han vendido casi 20 millones de iPhones en el mundo.

Rupert Murdoch, hombre de negocios de olfato certero, ha visto el filón. Buscará la forma de competir con Amazon en lugar de ceder los derechos de sus diarios a esta empresa.

Según el The New York Post, un nuevo equipo directivo designado por Murdoch "está trabajando en la creación de un dispositivo de uso fácil, similar al Kindle de Amazon, para distribuir información de los diarios de News Corp, como el The Wall Street Journal, el londinense The Times y The New York Post, así como contenido cinematográfico y televisivo". En su día, cuando Murdoch compró el Journal, pensó en ofrecer su contenido de forma gratuita a través de la Red. Pero pronto rectificó. "Cambió de opinión tras darse cuenta de que una vez eliminados los ingresos de las suscripciones online sería imposible recuperarlos", publicó el Post.

Ése es el gran dilema de Internet, un medio en que los usuarios rehúsan pagar por una información que para las empresas sigue siendo costosa de producir. Y, como en todos los modelos de negocio, todos quieren una tajada. En el mismo subcomité del Senado en el que Kerry vaticinó el fin del periodismo actual, el editor del The Dallas Morning News, James Moroney, se quejó de que Amazon exigía a los periódicos unas condiciones draconianas. "El Kindle es un dispositivo maravilloso, el mejor negocio que Amazon puede darle a The Dallas Morning News", dijo. "Hemos negociado esto hasta hace dos semanas. Ellos quieren el 70% de los ingresos por suscripciones. Y se guardan el derecho de reproducir nuestra propiedad intelectual en cualquier dispositivo portátil. ¿Es ese el modelo de negocio para nuestros diarios?". Moroney no sabía la respuesta, como no la sabían los senadores y empresarios reunidos en el Senado.

La crisis en EEUU cierra ya más de 120 periódicos

DALLAS, Estados Unidos, mar. 23, 2009.-

Cuando menos unos 120 periódicos han cerrado en Estados Unidos en los últimos 15 meses, ante la grave crisis económica que afecta al sector. De acuerdo con Paper Cuts, un sitio en internet orientado a monitorear la industria del diarismo en este país, desde enero de 2008 más de 21.700 empleos se han perdido por los cierres y los recortes registrados en otros 67 periódicos.

La actual recesión económica ha venido a acelerar el prolongado y lento declive de los diarios estadounidenses, afectados por los nuevos modelos de distribución de noticias a través de Internet y otros medios electrónicos.Los periódicos operan desde hace al menos tres años en una atmósfera de incertidumbre y temor ante la continua caída de ingresos por falta de anunciantes.

De acuerdo con fuentes de la industria, los diarios del país registraron en 2008 una caída de casi 25 por ciento en sus ingresos para un total en ventas de 38 mil millones de dólares, un declive de casi 12 mil millones de dólares en relación a 2005. La reducción en ingresos ha conducido a la quiebra a grandes compañías periodísticas como Tribune, que publica Los Angeles Times y el Chicago Tribune.

La situación podría empeorar en las próximas semanas conforme los periódicos se enfrentan al reto de un cambio de hábito del lector y de un éxodo de anunciantes que sigue dichas preferencias. Según analistas de la industria, los periódicos están siendo cada vez menos atractivos para el consumidor estadounidense, especialmente para los lectores jóvenes que prefieren acudir a internet como su fuente de noticias. Algunos advierten incluso que no tardará mucho en que alguna de las grandes ciudades estadounidenses se quede sin tener diario matutino de relevancia.

Se estima que para finales de 2009 ya no quedarán ciudades que cuenten con la circulación de dos periódicos importantes.

Este lunes el periódico The Ann Arbor News, que se publica en Michigan, anunció que publicará su última edición en julio próximo, para ser remplazado por un portal en Internet, con lo que sigue los pasos del Seattle Post Intelligencer, que cerró la semana pasada.

Otros tres periódicos en Michigan, The Flint Journal, The Saginaw News y The Bay City Times, anunciaron también este lunes que recortarán sus ediciones a sólo tres días a la semana, en una modalidad que está siendo adoptada cada vez por más periódicos para ahorrar costos y tratar de sobrevivir. Además The Charlotte Observer, que se publica en Carolina del Norte, informó este lunes que recortará al 14.6 por ciento de sus empleados y reducirá los salarios del resto de sus trabajadores para mantenerse en operación. Ejecutivos del periódico The Tucson Citizen, que se publica en Arizona, han advertido a sus empleados que el diario podría cerrar en caso de no encontrar pronto un comprador que le inyecte capital.

El San Francisco Chronicle registra una situación similar y se teme su posible cierre. En caso de que así sea, San Francisco sería la primera ciudad en Estados Unidos en quedarse sin ningún diario importante.

Otros periódicos como The Atlanta Journal-Constitution y el Boston Globe están perdiendo dinero al ritmo de un millón de dólares por semana, de acuerdo con el Centro Pew para la Excelencia en Periodismo.

La crisis del papel se nota en España

Artículo publicado por Carlos Hernanz en Cotizalia

La crisis también llega a las empresas periodísticas. Sobre todo, a los grupos con grandes intereses en la prensa de papel, que han visto como el cierre de 2007 y, fundamentalmente, el primer trimestre de este año han castigado su facturación por ingresos publicitarios. Un reciente estudio Zenith, a través de un panel formado por directivos de los departamentos comercial y de marketing de los principales grupos de medios españoles, ya lo auguraba.

La constatación de la crisis llegó con la publicación ayer de los resultados del grupo noruego Schibsted, editor del gratuito 20 Minutos, el diario con mayor en difusión en España (2,6 millones de lectores). Después de años de vertiginoso crecimiento, el primero de los datos negativos del rotativo hace referencia a las pérdidas operativas registradas durante el primer trimestre (1,7 millones de euros) de 2008, provocadas por la caída de los ingresos publicitarios un 13%.

Aun así, 20 Minutos se permite algo de optimismo ya que, según sus datos, la caída media de la inversión publicitaria en la prensa de papel en España es del 20%. No sorprende, por tanto, que otro gratuito como el diario Qué!, propiedad del grupo Vocento, que pagó cerca de 120 millones de euros a Recoletos por su adquisición, haya registrado unas pérdidas de 3,2 millones de euros en el primer trimestre. De hecho, la venta de la cabecera se produjo cuando todavía acumulaba números negativos.

Las cuentas de Metro no van a la zaga de sus competidores. Los ingresos del grupo cayeron un 6,1% en el primer trimestre de este año, con su cabecera española, instalada en tercera posición del mercado gratuito, como una de las de peor comportamiento, con una pérdida de facturación del 19% en los primeros tres meses. Además, a diferencia de sus competidores, su versión online no está desarrollada como las de otras cabeceras de papel, de pago o gratuitas.

Ayer lunes, sin embargo, fue noticia la compra por parte del noruego Schibsted de un 35% de su competidor sueco Metro, un movimiento que puede dar lugar a una próxima fusión entre los dos principales editores de prensa gratuita del mundo. Tras años de expansión llega el momento de consolidación entre cabeceras gratuitas, a pesar de que su negocio editorial va más allá de la prensa gratuita, ya que sus intereses se extienden por el negocio de anuncios clasificados y las ediciones digitales.

‘El Mundo’ y ‘El País’ tampoco escapan a la crisis

La semana pasada, Unedisa puso sobre aviso su plantilla sobre la mala marcha con la que ha comenzado el año. El grifo de los ingresos publicitarios se ha cerrado y el director del diario El Mundo, Pedro Jota Ramírez, reunió a todos sus redactores jefes para trasladarles las malas perspectivas que se avecinan. Como no puede ser de otra manera, este comentario se ha convertido en la comidilla dentro de la plantilla, que teme posibles recortes de gastos vía ajustes de plantilla.

En el caso de Unedisa, el apalancamiento asumido por Rizzoli para la compra de Recoletos carga de presión los resultados de su filial española, que tras desembolsar cerca de 1.000 millones de euros (cuando el mercado del crédito estaba aún barato), tiene ahora difícil cumplir con los resultados que rentabilicen esa inversión. Según fuentes del mercado, la filial española ha computado resultados negativos en el primer trimestre, como ocurrirá en los próximos trimestres, a causa de la compra, contexto que dará cobertura para la presentación de un expediente de regulación de empleo.

Los números en la vecina Prisa no son mucho mejores. Con una deuda total de 5.000 millones, debido a la oferta de compra presentada sobre el porcentaje que no controlaba de Sogecable, el grupo editor del diario El País , que crece en facturación y difusión, ha puesto a la venta tres de sus edificios corporativos, a pesar de que el mercado inmobiliario está bloqueado, para sanear su situación financiera y reducir el monto en 250 millones.

En el caso del diario Público, sus números son un misterio. Sometido recientemente al escrutinio de OJD, el diario promovido por Jaume Roures cuenta con una difusión que le deja todavía lejos de las principales cabeceras nacionales. Además, para respiro de Prisa, su llegada no ha tenido un impacto negativo a corto plazo en sus cuentas. Como explicó recientemente Juan Luis Cebrián, "la inversión publicitaria –en Público- ha caído vertiginosamente, pasando de insertar entre 16 y 19 anuncios los primeros días, hasta los 4 ó 5 que incluye actualmente".

Dado que todavía no lleva un año en marcha, se desconocen las cifras globales del proyecto lanzado por Roures. Fuentes del sector estiman que, teniendo en cuanta la inversión necesaria para lanzar desde cero un diario, el primer año de Público puede llegar a suponer unas pérdidas próximas a los 20 millones de euros. Además, su página online no se ha convertido en una alternativa o complemento a la versión de papel, ahora que este sector consigue atraer a los anunciantes.

Sólo Internet resiste el tirón

Los otros tres grandes grupos editoriales españoles con intereses en prensa diaria tampoco atraviesan por buenos momentos. En el caso de Zeta, cuya venta lleva encallada desde finales de 2007, las pretensiones del vendedor, Antonio Asensio, no se corresponden con las ofertas presentadas por los posibles interesados. Respecto a Planeta, ni su cabecera La Razón ni su gratuito ADN han conseguido reducir distancias con sus competidores, quedando estancados en el medio de la tabla. No sorprende, por tanto, que en el actual entorno,José Manuel Lara haya sido uno de los interesados en la puja por Zeta.

Las expectativas de crecimiento del gasto publicitario en medios para este año se han rebajado a un mínimo 3,8%. Sin embargo, para el segmento de la prensa de papel no habrá revisión. Del repunte del 4,2% previsto en febrero, en sólo dos meses quedó ya ajustado a un ínfimo 0,3% en abril. Solo Internet, que parte de unas cotas muy inferiores, resiste el tirón, con una estimación de crecimiento superior al 20% para este año.

martes, 19 de mayo de 2009

Primeras fusiones entre empresas informativas tras el comienzo de la crisis



El diario EL PAÍS y el grupo dominicano Multimedios del Caribe han suscrito un acuerdo de colaboración editorial para la distribución de ejemplares y la comercialización de espacios publicitarios. La alianza entre ambas empresas recoge "el deseo" común de hacer extensiva esta colaboración a otras áreas de negocio comunes como son la televisión, la radio o Internet, según anunció ayer el Grupo PRISA (editor de EL PAÍS) en un comunicado.

El acuerdo entre los diarios EL PAÍS y El Caribe ha sido ratificado hoy durante un acto al que asistió el el presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández, de viaje oficial a España, y su esposa, Margarita Cedeño. Al encuentro, celebrado en la sede de PRISA, asistieron Ignacio Polanco, presidente de PRISA; Félix García, presidente de Multimedios del Caribe; Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA; Manuel Estrella, vicepresidente ejecutivo de Multimedios del Caribe; Jesús Ceberio, director general del Área de Prensa de PRISA; Javier Moreno, director de EL PAÍS, y Miguel Ángel Cayuela, consejero delegado del Grupo Santillana.

Multimedios El Caribe C por A es la principal compañía de medios de comunicación en la República Dominicana. Su actividad se extiende al sector de la prensa (El Caribe), radio (CDN), televisión (CDN) e Internet (edición digital del Diario El Caribe).

Con este acuerdo, PRISA amplía su presencia en el mercado latinoamericano. El grupo está presente en 22 países y sus productos llegan a más de 50 millones de usuarios a través de marcas globales como EL PAÍS, 40 Principales, Santillana o Alfaguara. Su presencia en Brasil y Portugal, y en el creciente mercado hispano de Estados Unidos, le ha proporcionado una dimensión iberoamericana que le ha abierto un mercado de más de 700 millones de personas.


lunes, 18 de mayo de 2009

Cómo llegar a la Casablanca mediante un ordenador



"La campaña de Barack Obama fue innovadora de principio a fin. No sólo por el uso de los medios sociales en Internet sino por la capacidad que éstos tienen para conectar a la gente entre sí. La tecnología cambia nuestro comportamiento, pero sobre todo fortalece las relaciones", asegura Rahaf Harfoush. Esta joven siria de 25 años lo dejó todo para vivir "la mayor experiencia de mi vida" durante los meses que duró la campaña del candidato demócrata a la Casa Blanca y hoy presidente de EE UU. Afincada en Toronto, Harfoush llevaba a cabo un estudio sobre el impacto de las redes sociales entre los jóvenes cuando fue "fichada" para coordinar a los voluntarios en Internet desde el cuartel general del candidato en Chicago. "Éramos entre 30 y 60 personas, según la época. Éramos una mezcla de profesionales y voluntarios. Unos venían por dos semanas. Otros nos quedamos tres meses. Lo que más me sigue sorprendiendo es que tanta gente como yo fuera capaz de dejarlo todo (casa, trabajo...) para vivir esta situación".

Harfoush ha inaugurado este lunes la undécima edición del Bdigital Global Congress, que se celebra en el auditorio de CaixaForum de Barcelona hasta el próximo jueves. La joven ha desglosado las claves del éxito de una campaña que sólo por sus cifras abruma. Por ejemplo a nivel recaudatorio, donde se primaron las pequeñas donaciones. "Unas 24 horas después del discurso del cambio de Obama conseguimos 150 millones de dólares, el 67% exclusivamente por Internet. Y los cuatro últimos días de campaña recibimos tres millones de llamadas telefónicas con las que captamos otros 30 millones de dólares", dice. En total Barack Obama obtuvo 750 millones frente a los 350 de John McCain, el candidato republicano. En su opinión, "la gente se dio cuenta de que lo importante no era la cantidad enviada sino participar, formar parte de la comunidad". Para ello realizaron un uso masivo del correo electrónico. "Enviamos más de mil millones, pero todos hiper segmentizados por el Estado de residencia, código postal, eventos en los que había participado" el receptor de cada mensaje. Todo sin forzar la máquina, es decir, "evitando que la gente se sintiera obligada. El objetivo es que poco a poco ellos se fueran implicando cada vez más". Al final, asegura, la gente se sentía "socio de Obama y estaba convencida de que los mensajes que recibía con su firma se los había mandado realmente él".

De las diferencias entre los medios online y offline, Harfoush considera que, pese a que el mensaje era el mismo en ambos lados, "las redes sociales nos permitían llegar mucho más rápido a la audiencia que los medios locales y tradicionales". Harfoush destaca entre todas las herramientas que pusieron al alcance de la comunidad una aplicación para el iPhone que "convertía a cada teléfono en una oficina de campaña, con toda la información disponible a un clic de ratón y conectada en tiempo real con los cuarteles generales". También un algoritmo que permitía conocer el nivel de actividad de cada participante (número de llamadas realizadas, posts colgados en los blogs, asistencia a eventos, donaciones...) . "A los más activos les dábamos puntos que les permitían acudir a charlas donde estaba Obama".

domingo, 10 de mayo de 2009

El futuro de la prensa




Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación". Así arranca la novela Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, el periodista más famoso de todos los tiempos. La trama del libro, escrito en 1859, se desarrolla durante la Revolución Francesa. Dickens, que trabajó en media docena de periódicos, podría haber escrito las mismas palabras hoy sobre la revolución de Internet. La irrupción de la world wide web en el antiguo imperio del periodismo ha provocado incertidumbre y confusión, sin que nadie tenga muy claro si la toma de esta Bastilla debe de ser motivo de esperanza o de desesperación. El consenso sólo existe alrededor de una gran contradicción: que vivimos en el mejor de los tiempos para el periodismo, y también en el peor.

Nunca ha habido una mejor época para hacer periodismo escrito, y nunca ha habido una peor para ganarse la vida ejerciéndolo; hay más mercado que nunca, pero menos ingresos. La tendencia se ve con especial nitidez en Estados Unidos, tantas veces precursor de lo que nos espera en el resto del mundo occidental. El panorama es inquietante: la media diaria de ejemplares vendidos allí ha bajado de 62 millones a 49 millones desde que hace 15 años Internet empezó a volverse accesible a todos. Unos cien diarios se han visto obligados a dejar de imprimir en papel. En el mismo periodo, el número de lectores de periodismo digital en Estados Unidos ha ascendido de cero a 75 millones. La fuga de la publicidad, la sangre comercial del periodismo en papel, ha reducido las ganancias de manera drástica, lo que ha derivado en grandes cantidades de despidos (se maneja una cifra de 15.000 en Estados Unidos el año pasado) o, para los que han tenido más suerte, de prejubilaciones.

Philip Bennett, jefe de redacción de The Washington Post entre 2005 y finales de 2008, se vio con la infeliz tarea de prejubilar a 250 de sus compañeros. "Y esto lo tuve que hacer con la paradoja siempre en mente de que vivimos una época horrible para las empresas de noticias, pero una edad de oro para el periodismo", dijo Bennett, un ilustre periodista, ampliamente reconocido como tal en su país. "Hay muchos más lectores, pero una presión terrible sobre el dinero y los recursos. Por eso el Post y también The New York Timeshan perdido dinero en 2008 por primera vez en 50 años". La prensa europea, sin excluir a EL PAÍS y otros grandes diarios españoles que han vivido un fin de 2008 horríbilis,comparte la sensación generalizada de que lo más complicado está por llegar. Y aunque lo mismo se puede decir de casi todos los sectores de la economía, la diferencia reside en que el negocio del periodismo ha recibido una sacudida doble: está también en el epicentro de la tormenta Internet. La crisis global lo que ha hecho es acelerar el inevitable impacto de la revolución digital.

EL PAÍS ha obtenido información para este reportaje a través de entrevistas cara a cara (como en los viejos tiempos); entrevistas por teléfono fijo y móvil; por telefonía de Internet (voz, o voz y vídeo); a través de artículos en diarios del establishment mediático, como The New York Times (o el propio EL PAÍS), o frente a la pantalla de un ordenador, vía el babel sin fronteras de la red. Se recibió todo un abanico de opiniones, desde el pesimismo de un gurú de la red en Estados Unidos, convencido de que no hay fuerza capaz de impedir la extinción del periodismo, no sólo en papel, sino como concepto, hasta el optimismo de un empresario nigeriano que acaba de inaugurar un periódico que se comercializará en papel por toda África y por vía digital a millones de clientes internacionales; desde un directivo de The Guardian de Londres, que se pregunta si el nuevo periodismo -suponiendo que la palabra siga teniendo relevancia- será meramente local, una especie de Facebook para vecinos, hasta The Wall Street Journal, que hoy mismo está abriendo nuevas corresponsalías internacionales y cuyo dueño, el magnate Rupert Murdoch, apuesta por periódicos de un mayor alcance global. Ahora, lo que nadie sabe, ni pretende saber, es la respuesta a la pregunta del millón: ¿cómo seguir ganando dinero con el periodismo? ¿O desaparecerá la profesión, como los dinosaurios o Marie Antoinette?

Se trata de algo más que la supervivencia de un sector minoritario de la economía. Los periódicos han desempeñado un papel central en la sociedad durante los últimos 200 años. Influyen en el poder de los Gobiernos, en el dinero de las empresas y en el entretenimiento de las masas. Por eso muchas voces, muchas veces discordantes, se han sumado al debate sobre su futuro. En líneas generales hay tres corrientes de opinión: los blogueros (por así llamarlos), convencidos de que el periódico como lo hemos conocido durante 200 años y el ancien régime del periodismo empresarial están condenados a la extinción; los viejos rockeros, defensores del antiguo orden, que creen que tras una época de inevitables ajustes y transformación, los grandes buques insignia no sólo sobrevivirán, sino que emergerán fortalecidos; y los de mentes abiertas (o confusas) que observan el espectáculo con honesta perplejidad y, al estilo Dickens, no saben muy bien qué conclusiones sacar.

Clay Shirky, uno de los blogueros más prolíficos y que más debate generan sobre el tema, resume el desdén que su bando siente hacia los reaccionarios del viejo periodismo cuando escribe: "Dale y dale, la gente dedicada a salvar a los periódicos siempre con la misma pregunta: 'Si el antiguo modelo está roto, ¿qué funcionará en su lugar?'. Y la respuesta es: Nada. Nada funcionará. No hay ningún modelo para reemplazar el que Internet acaba de destrozar". El deleite iconoclasta de Shirky lo comparte un bloguero español, el periodista científico Luis Ángel Fernández Hermana, que lleva desde principios de los noventa advirtiendo de la hecatombe. "Los grandes medios han estado en el centro de la revolución, de la problemática que plantea Internet, y aunque era obvio desde hace 12 años que tenían que adaptarse y cambiar, se quedaron parados, o dan bandazos absurdos como cobrar suscripciones para sus versiones en Internet y después dejar de cobrarlas. Ahora se encuentran frente a un dilema insuperable, porque lo que está claro es que el sistema empresarial de periodismo no se puede preservar".

En el bando de los viejos rockeros destaca la voz de Bill Keller, director de The New York Times, el periódico con la plantilla más grande del mundo occidental: 1.200 redactores. Keller es uno de los blancos preferidos de los blogueros, que se mofan de la fe que sigue expresando en la capacidad de los dinosaurios de sobrevivir al meteorito de Internet. "¡No hay límite para la polémica, basada en una fe casi religiosa, que genera el tema de los periódicos!", declara Keller, mofándose a su vez. "Pero debemos guardar un cierto escepticismo ante tanta inquebrantable certidumbre. No sabemos con seguridad cómo separar las consecuencias de la calamitosa crisis económica de los cambios de comportamiento a largo plazo que generan las nuevas tecnologías. En los próximos dos años debemos examinar todas las opciones, poner todo a prueba. Lo que yo espero es que durante un futuro previsible nuestro negocio siga siendo una mezcla de papel impreso y contenidos online, y que el crecimiento online compense el declive (gradual, esperemos) del papel". Menos conocido que Keller, pero quizá con acceso a más amplia información, es Earl J. Wilkinson, el director ejecutivo de International Newsmedia Marketing Association (INMA), una organización con más de 1.200 socios en 82 países. Wilkinson, que pertenece claramente al campo conservador, ha hecho un amplio sondeo y ha llegado a la conclusión de que "la muerte del periódico es una de las grandes exageraciones surgidas del colapso económico de hoy".

Philip Bennett, contratado hoy por el dueño de The Washington Post para investigar fórmulas digitales que eviten la desaparición del periodismo como negocio, pertenece al bando de las mentes abiertas pero confusas, a mitad de camino entre los robespierres del mundo bloguero y la vieja guardia conservadora. Bennett se niega a aceptar la premisa de que "nada, nada funcionará", pero sí acepta que la estrategia de muchos periódicos de reducir gastos no ofrece ninguna solución a largo plazo y que hay que tener imaginación a la hora de buscar nuevos modelos tanto de negocio como de periodismo. "La era de las grandes redacciones, de 800 en plantilla trabajando para una versión en papel y otra en laweb, no parece viable", dice. "Yo creo que la era del periódico está acabada, que el debate se debe centrar no en la supervivencia del periódico, sino en la supervivencia del periodismo como lo hemos entendido".

Si en Estados Unidos las opiniones sobre el futuro del periodismo son especialmente tajantes, o negativas, tiene que ver en parte con el hecho práctico de que es el país en el que más gente tiene acceso a Internet. En el Reino Unido se observa un fenómeno parecido. Simon Waldman, el director de estrategia digital del Grupo Guardian Media, que incluyeThe Guardian y The Observer de Londres, no duda de que el diario en la red pronto se convertirá en el instrumento periodístico "por defecto" y que el diario en papel se seguirá vendiendo de manera reducida a un grupo de connaisseurs de más bien avanzada edad. Pero quizá ésta sea una visión demasiado anglosajona de la coyuntura actual, o de gente que habita de manera obsesiva el entorno de la red. Para ir al otro extremo, en China, India y África, donde el acceso a la red sigue siendo reservado a una minoría privilegiada, el debate no es tan apremiante, y el papel sigue siendo muy viable.

España ocupa una especie de lugar intermedio, ya que el fenómeno Internet todavía no ha calado de manera tan extensa en la sociedad como en Estados Unidos. Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo del Grupo PRISA (dueño de EL PAÍS), entiende que, como se trata de una revolución global, existen diferencias de criterio geográficas. "Pero lo que sucede en Estados Unidos debe servir de aviso respecto a lo que va a suceder en Europa. No hay ninguna razón para suponer que si grandes periódicos estadounidenses de casi 200 años cierran y se dedican a editar online, ésta no vaya a ser una tendencia que se generalice en otras democracias avanzadas". Cebrián matiza que la evolución de lo que puede suceder en España se condiciona por el hecho de que, hoy por hoy, la banda ancha es cara y relativamente lenta, lo cual ha influido en que la expansión del número de internautas se haya frenado. De todos modos, dice Cebrián, "la tendencia es a suponer que la impresión en papel va a continuar siendo reservada a unos pocos".

Entre los pocos podría estar el diario Abc, que publica en España el grupo Vocento. O así lo considera Benjamín Lana, director de innovación y desarrollo interno editorial del grupo. Lana cree que en España el papel seguirá siendo rentable durante un buen tiempo. En parte, como dice Cebrián, porque la penetración de Internet no está tan avanzada como en otros países. "Pero también porque existe un margen cultural para el diario en papel de dos siglos que no va a desaparecer en una generación. Todavía hay margen para papel, o por lo menos en España, donde más de la mitad de la población todavía no accede al mundo digital", señala Lana, quien propone, de todos modos, operar teniendo en cuenta que la gente está más dispuesta a leer un diario impreso en determinados días que en otros. Por ejemplo: para muchos, la lectura del diario forma parte del rito de ocio dominical. Marca un grato y apacible paréntesis con la vida laboral, asociada para muchos con la pantalla de un ordenador. "Entonces, un martes, día en que la gente tiene menos tiempo para leer, se podría producir un periódico en papel más conciso, posiblemente más explicativo y analítico, quizá más orientado hacia una reducida élite, y ahorrar energías para invertirlas más a fondo en el fin de semana". El concepto lo parece compartir The New York Times, ya que acaba de lanzar una oferta de suscripciones al diario impreso limitada a los fines de semana.

Otro argumento a favor de que el final del diario en papel todavía tiene vida por delante es algo que le diferencia fundamentalmente de la noticia en la pantalla: su íntima tactilidad. Como observa Cebrián: "Un periódico genera una relación muy intensa con los lectores. La gente no dice 'mi película' o 'mi libro', pero un lector de EL PAÍS o de Abc sí dice 'mi periódico'. En cierta manera, asociarse con un determinado periódico forma parte de su identidad. Es una relación individual con un objeto que a su vez se hace social. ¿Cómo se recrea ese aspecto táctil fuera de la impresión en papel? Un teléfono móvil, un kindle [aparato de lectura de libros digital], también son objetos. En la medida en que aparezcan terminales digitales que sean sustitutivos mejores del periódico, el periódico estará más amenazado". Uno de esos sustitutivos podría ser el 
e-newspaper, el periódico electrónico, un soporte de plástico del tamaño de El País Semanal -pero la mitad de grosor- que está desarrollando una empresa estadounidense llamada Plastic Logic. Varios periódicos, entre ellos The New York Times, se han interesado en la propuesta, que permitiría recibir información de la red (al igual que la pantalla de un ordenador), pero mediante un formato que combina un manejo fácil y la apariencia de un diario en papel. Pero la mayor amenaza es el coste de la publicación en papel. Spencer Reiss, que abandonó Newsweek a mitad de los noventa para incorporarse a la primera gran revista de la ciberépoca, Wired, lo explica con la claridad revolucionaria que define al bando bloguero. "El plan A es publicar un diario por el método tradicional, por ejemplo en Madrid, lo cual implica cortar árboles en Escandinavia, procesar la madera para convertirla en papel, transportar el papel en barco a un puerto y después en camión a la capital. Ahí tienes un caro inmueble en el que trabaja tu extensa y costosa redacción y operan tus máquinas de impresión, con sus costosos operarios. Y todavía te queda la fase final de transportar el producto impreso a los extensos y dispersos punto de venta. El plan B es un tipo con un ordenador que aprieta unas teclas y envía el mismo producto a las pantallas de un número ilimitado de consumidores. ¿Quién gana?".

La lógica es aplastante. Y, como señala Phil Bennett, el ex de The Washington Post, tiene consecuencias injustas. Porque una vez hecha la gigantesca inversión, el producto final -por ejemplo, una noticia escrita por un corresponsal en Bagdad- aparece al instante y gratis en uno de los innumerables portales de Internet. "Es como construir un coche, que te lo roben y que después los asientos o las ruedas o las bujías aparezcan en los escaparates de The Huffington Post o en Google, que a su vez hacen negocio con ellas vendiendo publicidad. Sólo que en este caso el robo es perfectamente legal, claro". Rupert Murdoch dijo lo mismo, de manera más tajante, hace unos días: "¿Debemos permitir a Google robar todos nuestros derechos de autor? Gracias, pero no". El empleado favorito de Murdoch, el director de The Wall Street Journal, Robert Thomson, se ha hecho eco de su jefe al denunciar a ciertos sitios de la red como "parásitos".

El problema, y lo que nos devuelve a la gran pregunta de cómo seguir ganando dinero con el periodismo, es que hasta ahora se ha demostrado que la publicidad digital no se aproxima ni de cerca a la rentabilidad de la publicidad en papel. Según un estudio del reputado centro de investigación Pew, con base en Washington, pasar a producir un diario exclusivamente en la web significa perder un 90% de ingresos. O quizá más. Cebrián conoce bien esta realidad, pero se ve obligado a reconocer, como Phil Bennett, de The Washington Post, que hay más preguntas que respuestas, que hay que aceptar con humildad que "estamos en la prehistoria" de una nueva era, y que pretender proyectar el futuro con seguridad es de necios. "En la red", dice, "no hay modelo de negocio como tal. Los modelos de negocio que existen, como Google o Microsoft, son grandes monopolios mundiales. El problema es muy grande. Consiste en cambiar el modelo de producción del periódico, haciendo que siga manteniendo altos márgenes de rentabilidad como los ha mantenido en los últimos dos siglos. Porque si no, no se invertirá en información. Con márgenes de explotación del 4% en Internet no se puede enviar a corresponsales a lugares de conflicto. Por tanto, hay que buscar un modelo de negocio razonable en los medios impresos".

Cebrián sugiere que una pista la puede dar Barack Obama. "Es presidente de Estados Unidos gracias no a la prensa ni a la televisión ni a la radio, sino a que ha sabido utilizar la red. Si los periodistas aprendemos a utilizarla, triunfaremos también".

¿Dónde buscar? Lo normal es esperar que gente como Phil Bennett o Simon Waldman de The Guardian, especialistas en la materia a tiempo completo, den con la solución. Waldman contó que The Guardian ha avanzado tanto en su concepto de la centralidad de la red que hoy está reclutando a superestrellas del mundo digital, provenientes de empresas como Yahoo, sin experiencia periodística alguna. La idea, que Bennett apoya de manera entusiasta, es que la fusión de los dos tipos de cerebros, los del periodismo clásico y el digital, ayuden a crear un nuevo modelo viable. Lo que quizá no le entusiasme tanto a Bennett es la posibilidad, propuesta por Waldman y sus ágiles blogueros, de que el periodismo se transforme en un intercambio de noticias de interés compartido entre comunidades de vecinos o que se creen islas de noticias u opinión entre grupos de personas unidas por una red social sin fronteras al estilo de Facebook. "Puede ser que prefieran esa intimidad de criterio a leer lo que les dice una voz distante y desconocida".

Pero volvemos a lo mismo. ¿Cómo ganar dinero? ¿Cómo vivir del periodismo? Ya que se trata de una revolución global la que estamos viviendo, quizá se podría buscar respuestas a la incógnita en los países llamados "en desarrollo", donde la ausencia de estructuras antiguas les obliga a empezar de cero, a forjar nuevas empresas adaptadas a la realidad tecnológica de hoy y no a las de la revolución industrial...

Dele Olojede, nigeriano que trabajó 20 años en la prensa estadounidense y ganó un Premio Pulitzer, acaba de hacer algo inimaginable en Estados Unidos o Europa: lanzar un nuevo periódico nacional en su país con la intención próximamente de extender la circulación, en papel, a cuatro países africanos. Se llama Next y se inauguró el pasado mes de enero en la red (234next.com). Antes del Mundial de Suráfrica, el año que viene, se publicará una edición africana que, si se cumplen las previsiones, se venderá, con delegaciones propias e impresoras locales, en El Cairo, Johanesburgo, Nairobi y Accra, la capital de Ghana.

Sus antiguos colegas en Estados Unidos ven lo que está montando Olojede con incredulidad, pero él insiste en que Next no es un proyecto quijotesco. "Primero, porque aquí y en India, en China y en otros países donde vemos clases medias emergentes, la gente busca símbolos de estatus social, y leer un diario es uno de ellos". Pero lo más interesante es ver cómo, contra todo pronóstico posible, África podría estar aportando a la confusa industria del periodismo una cierta idea del camino a seguir. Los periodistas en plantilla han recibido cursos intensivos en el uso de minivideocámaras y Blackberries y otros aparatos de última tecnología que agilizarán la transmisión de las noticias, sea al diario en papel, sea a la pantalla de un ordenador, o sean contenidos personalizados a un teléfono móvil. Agilidad, versatilidad, rapidez y minimización de costes son las claves del modelo de Next."No tendremos 25 fotógrafos en plantilla, sino que dependeremos de colaboradores en todas partes", explica Olojede. "La clave consiste en tener gente capacitada en la redacción y una extensa red de reporteros colaborando por todo el país, en África y en el resto del mundo. La calidad estará garantizada porque habrá una competencia feroz. Los mejores y los más fuertes sobrevivirán, y ganarán buen dinero con nosotros".

Lo interesante es que Olojede está poniendo en marcha precisamente lo que propone Earl Wilkinson para los periódicos estadounidenses y europeos. Wilkinson insiste en la oportunidad de rebajar costes a través de un uso "selectivo" de la opción digital; adaptar el producto periodístico de abajo arriba a las necesidades de la audiencia, en vez de imponer un producto de arriba abajo, y crear una fuerza laboral capaz de moverse con facilidad entre diferentes medios de comunicación, con especial atención a los medios digitales.

Con el tiempo, como dice Bill Keller, se pondrán a prueba más y más opciones para ver cómo convertir el periodismo en un negocio viable. Una opción que se ha propuesto con entusiasmo recientemente en las páginas de The New York Times y de la revista Time se basa en la idea de "salvar" al periodismo de la misma manera que se ha "salvado", hasta cierto punto, a la industria de la música: aplicando una suerte de canon similar al de la música al comprar un ordenador, o al darse de alta en un servidor de Internet; o bien aplicando el método de micropagos de I-tunes, música adquirida por Internet, a la compra de artículos. Los blogueros, inevitablemente, no lo ven. Jeff Jarvis, uno de los personajes del anti-establishment mediático más locuaces de la web, se burla de los "viejitos" que no acaban de entender lo imposible que es restringir el acceso a artículos digitales, lo infinitamente porosa que es la web. Spencer Reiss, director del Monaco Media Forum, un encuentro anual entre dirigentes de lo que llaman new y old media, dice que buscar la salvación en el I-news es una fantasía porque niega la realidad de que una canción dura eternamente, mientras que una noticia caduca en un día. De todos modos, es seguro que el método del micropago se intentará. La clave sería descubrir un procedimiento ágil por el cual se pagaría, por ejemplo, tres céntimos para leer un determinado artículo, y quizá 50 para tener acceso ilimitado a la página web de un diario durante 24 horas.

Otra idea para mantener a flote a los grandes buques, aunque ya se ha intentado, es la del pago por suscripción en la web. The Wall Street Journal lo ha hecho, con cierto éxito. Pero, como muchos han señalado, es un caso excepcional debido a que ofrece un servicio financiero muy especializado y a que, como observa Spencer Reiss con ironía, más de la mitad de los pagos los hacen las empresas. Las noticias generales de interés para lectores no empresariales -accidentes aéreos, resultados deportivos, declaraciones de políticos- se pueden obtener gratis a través de innumerables fuentes, mucho más allá de los periódicos tradicionales. Y, como señala Jeff Jarvis, aunque haya un núcleo reducido de personas dispuesto a pagar por leer noticias exclusivas o columnas bien escritas, la realidad es que los ingresos que generan no compensan las inevitables pérdidas de publicidad. Al menos, a día de hoy. Porque, ¿qué pasa si muchas empresas llegan a la conclusión de que no les funciona la publicidad en Internet? ¿O si el anunciante descubre que le rinde más asociarse, como propone Benjamín Lana, con una marca de credibilidad, como un gran periódico, que con una advenediza página web?

Si el periodismo está en crisis hoy, como lo está la economía mundial, es en gran medida por la tendencia del ser humano a creer que las circunstancias de hoy se van a reproducir siempre. Y aunque los blogueros se ríen de los viejos rockeros del periodismo precisamente por esta razón, lo que ignoran es que posiblemente ellos también se encuentren atrapados en lo que acaba siendo otra variante más del mismo conservadurismo mental. ¿Y si aparece una nueva invención que suplante a Internet? O, aunque Internet siga ahí como medio de comunicación, ¿qué pasa si la gente cambia de hábitos? Todo el mundo parece suponer que, dado que los jóvenes de 20 años no leen en papel, los que hoy tienen ocho años también optarán por una pantalla digital como su método favorito de comunicar con la gente y enterarse de lo que pasa en el mundo. Pero, ¿qué ocurre si los niños de hoy se rebelan contra el onanismo dominante en las actuales generaciones jóvenes y buscan un contacto táctil y visual con personas no virtuales, sino físicas? Facebook y otras variantes de redes sociales podrían llegar a considerarse lastimosamente démodés de aquí a diez años.

El gran consuelo del periodista, o del que aspira a serlo, es que lo que él hace no es una moda fugaz. Ha existido y ha estado en ininterrumpida demanda desde mucho antes de la aparición de Internet; mucho antes de la primera imprenta; mucho antes, incluso, que la invención de la rueda. Hace 30.000 años había un grupo familiar o tribal que se sentaba alrededor de un fuego en una cueva. Y ese grupo tenía necesidad de oír las noticias del día o de la semana o del mes. No tenían fotógrafos, pero sí especialistas que cumplían el mismo papel: los que dibujaban la caza del mamut en la pared. No tenían periodistas, escritores como los de hoy, pero sí contadores de historias, gente con un don o una pasión por observar las cosas y relatarlas de manera convincente y entretenida. Y la familia o la tribu se sentaba alrededor del fuego y escuchaba con interés, pavor, risa o una mezcla de las tres cosas cómo el contador de historias narraba la caza del mamut de esa mañana, cuándo y dónde y cómo ocurrió, qué peligro tuvo la acción, qué emociones sintieron en el momento que entendieron que el animal era el que iba a morir, y no ellos.

En vez de la caza del mamut hoy tenemos fútbol, política, guerras, crisis económicas, arte, vidas de famosos. Hasta que los circuitos interiores del sistema cerebral humano cambien de manera radical, existirá un mercado para los que lo cuentan. En eso todos están de acuerdo. Desde Fernández Hermana y Shirky hasta Bennett y Cebrián.

Bennett confesó, tras 45 minutos de conversación, que no tenía absolutamente nada claro, salvo la convicción de que el ser humano seguirá queriendo que le cuenten historias y se las cuenten bien. Si no se descubre un modelo de negocio viable para que un periodismo como el de hoy, y como el de tiempos de Dickens, se pueda sostener en la era de Internet (mientras dure), es posible que el número de diarios se siga reduciendo y que menos personas se ganen el pan haciendo periodismo. Pero, en el peor de los casos, los buenos sobrevivirán. Como dice Benjamín Lana, habrá muchas personas escribiendo muchas cosas en muchos ordenadores, "pero la pregunta sigue siendo la de siempre: ¿qué tiene usted que contar?". Y si tiene cosas valiosas de contar, se le leerá. No es ninguna casualidad que, como comentó Philip Bennett, las seis historias de The Washington Post que ganaron premios Pulitzer el año pasado estuvieron entre las más vistas en la historia de la edición web del diario. Trataban de Dick Cheney y de Irak, pero también de un violinista que se ganaba la vida en el metro de la capital estadounidense.

Existe una diferencia entre escribir y teclear. En el Senado de Estados Unidos lo preguntaba esta misma semana John Kerry, el candidato presidencial del Partido Demócrata en 2004: ¿serán los periodistas ciudadanos, los blogueros y otros capaces de producir periodismo de alta calidad? La respuesta, según Kerry, es evidentemente que no. Los que poseen más conocimiento profesional, los que escriben con más gracia o elegancia, los que poseen más conocimiento, los que dedican más entusiasmo a su trabajo, los rigurosos, los que arriesgan más, los que salen a la calle a informarse: ellos, como en cualquier otra rama de la vida, triunfarán.

Los periódicos que, en el formato que sea, respondan de manera más efectiva al imperativo de instruir y divertir triunfarán también. The Economist de Londres seguirá vivo de aquí a 50 años porque, independientemente del acuerdo que suscite su línea editorial, tiene la fórmula. The Seattle Post Intelligencer y las demás víctimas estadounidenses han caído en parte debido al efecto Internet, pero también porque son una versión inferior de un estilo de periodismo americano que si no es de óptima calidad y alta fiabilidad, comoThe New York Times, es más un tratado legal o un documento académico que una lectura amena para un público general. A diferencia de The Economist o de The Guardian de Londres, periódicos que entienden la necesidad de deleitar además de instruir, que son serios, pero da gusto leerlos. The Guardian arrasa en Internet en Estados Unidos, donde está la mitad de su público digital de 29 millones de pares de ojos. Y eso no es porque hayan contratado a los cracks de Yahoo, sino porque tienen en sus filas a grandes contadores de historias, periodistas que salen y ven y oyen y huelen y reflexionan y evalúan y confirman hechos y siguen conscientemente la tradición populista y, sin embargo, inteligente de Charles Dickens. Al final, lo que perdura, como las grandes novelas del siglo XIX, es la calidad.

Y quién sabe, incluso, si el papel está condenado a desaparecer. Como decía hace unos años el director de The Independent de Londres, cuando se iniciaba la era Internet: "Y si sólo existieran periódicos digitales y alguien apareciera y dijera, oye, ¿qué tal si imprimimos las noticias en papel reciclable, grato al tacto y la vista? Sería la bomba".

Y en cuanto a la pregunta del millón, el dinero y cómo ganarlo con el periodismo, dado que Internet ha usurpado la publicidad, Earl J. Wilkinson citó al director de un periódico que le dijo que, por más presión y ansiedad que haya en el negocio hoy, nunca había visto tanta fiebre de creatividad. Así reacciona la especie en tiempos de crisis.