"La campaña de Barack Obama fue innovadora de principio a fin. No sólo por el uso de los medios sociales en Internet sino por la capacidad que éstos tienen para conectar a la gente entre sí. La tecnología cambia nuestro comportamiento, pero sobre todo fortalece las relaciones", asegura Rahaf Harfoush. Esta joven siria de 25 años lo dejó todo para vivir "la mayor experiencia de mi vida" durante los meses que duró la campaña del candidato demócrata a la Casa Blanca y hoy presidente de EE UU. Afincada en Toronto, Harfoush llevaba a cabo un estudio sobre el impacto de las redes sociales entre los jóvenes cuando fue "fichada" para coordinar a los voluntarios en Internet desde el cuartel general del candidato en Chicago. "Éramos entre 30 y 60 personas, según la época. Éramos una mezcla de profesionales y voluntarios. Unos venían por dos semanas. Otros nos quedamos tres meses. Lo que más me sigue sorprendiendo es que tanta gente como yo fuera capaz de dejarlo todo (casa, trabajo...) para vivir esta situación".
Harfoush ha inaugurado este lunes la undécima edición del Bdigital Global Congress, que se celebra en el auditorio de CaixaForum de Barcelona hasta el próximo jueves. La joven ha desglosado las claves del éxito de una campaña que sólo por sus cifras abruma. Por ejemplo a nivel recaudatorio, donde se primaron las pequeñas donaciones. "Unas 24 horas después del discurso del cambio de Obama conseguimos 150 millones de dólares, el 67% exclusivamente por Internet. Y los cuatro últimos días de campaña recibimos tres millones de llamadas telefónicas con las que captamos otros 30 millones de dólares", dice. En total Barack Obama obtuvo 750 millones frente a los 350 de John McCain, el candidato republicano. En su opinión, "la gente se dio cuenta de que lo importante no era la cantidad enviada sino participar, formar parte de la comunidad". Para ello realizaron un uso masivo del correo electrónico. "Enviamos más de mil millones, pero todos hiper segmentizados por el Estado de residencia, código postal, eventos en los que había participado" el receptor de cada mensaje. Todo sin forzar la máquina, es decir, "evitando que la gente se sintiera obligada. El objetivo es que poco a poco ellos se fueran implicando cada vez más". Al final, asegura, la gente se sentía "socio de Obama y estaba convencida de que los mensajes que recibía con su firma se los había mandado realmente él".
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